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"PINCHAZO" EL NUEVO SEÑOR DE LA NOCHE

El equipo de 'Risc News' ha salido a las calles de Castellón y ha abierto sus puertas a profesionales para indagar de primera mano en uno de los mayores miedos que los jóvenes tienen hoy en día: el riesgo que supone la vida nocturna.

"Es complicado. Llegan casos con síntomas muy vagos... Muchas veces es difícil saber si ha pasado algo según lo que cuentan los pacientes, es difícil saber si es por culpa del nerviosismo o si realmente se ha pinchado a alguien. [...] Cuando son pinchazos hay que sacar una serología porque no sabes si utilizan la misma aguja para pinchar a las víctimas y la otra prueba son test de drogas…” Estas son algunas de las declaraciones de Luís Rubio, especializado en medicina familiar y comunitaria que trabaja actualmente como médico de urgencias en el hospital de la Plana en Villarreal, quien fue entrevistado al respecto y se pronunciaba acerca de la veracidad de casos de sumisión química. 
“¿Casos de personas drogadas involuntariamente en la bebida? Sí, cuentan lapsos de 2 a 3 horas que no se recuerda nada... Presentan síntomas en función de la droga, habitualmente se utiliza el éxtasis para que pierdan el control. La burundanga por ejemplo no se puede detectar en laboratorios, por eso se utilizaba mucho." Frente a la pregunta ¿Por qué crees que sucede?, comenta lo siguiente: "No podemos evitar que gente indeseable haga estas cosas, ha pasado toda la vida. Este verano se le dio mucho bombo pero es algo que no es nuevo, no hay un por qué… […] Las redes sociales generan mucho llamamiento, hay mucho indeseable con ganas de hacer bromas de mal gusto", añade en referencia al fenómeno de la histeria colectiva/cultura del miedo, que se explorará en profundidad más adelante. "La sensación del pinchazo es muy vaga, es muy complicado detectar si ha pasado realmente y también es difícil de confirmar si ha pasado algo. […] Es el mayor riesgo, al final. ¿Qué lleva esa aguja y a quién ha pinchado antes? Con las redes sociales llegó un boom de instagramers avisando de estos peligros, en Europa habían puesto muchos más controles a nivel sanitario", añade como apuntes finales en cuanto a la expansión del fenómeno, antes de cerrar con la siguiente frase, que nos sirve como introducción para los temas a desarrollar posteriormente:

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"Cuando sale algo nuevo, la gente se alarma de lo nuevo. Luego, se olvida".

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¿Y qué pasa en las calles?

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“Yo intento sobrevivir y llegar vivo a mi casa, con eso me conformo”, es una de las tantas y curiosas formas en las que los jóvenes de Castellón (Iván Sánchez, 21) responden a la pregunta “¿Cuál es tu plan para esta noche?”, una respuesta que, aún pudiendo parecer exagerada e incluso cómica, nos invita a ver más allá y destapar lo que para muchos y muchas es, por desgracia, una realidad. No es raro que el primer instinto de la mayoría de estos jóvenes sea el saltar a la broma o a la ironía, nadie sale de fiesta tratando las calles y los locales como un campo de batalla, pero es definitivamente incómodo el tener que admitir y considerar la opción de que el simple hecho de salir empiece a suponer un peligro, uno que viene de iguales y al que cada vez habría que tenerle más miedo.

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La misma historia, de nuevas formas

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Y es que parece que la malicia siempre esté encontrando formas de reinventarse y encontrar formas de seguir atormentando la vida nocturna de todos aquellos que tienen la mala fortuna de cruzarse con ella. Durante años, la concepción que se tenía del “ser drogado”, la forma más común de sumisión química, era la que se entendía en forma de sustancia que alguien te ponía en la bebida. Términos como burundanga y ketamina estaban en boca de todos y no tardaron en popularizarse formas de intentar combatir el desafortunado fenómeno. Ir en grupo, sujetar el vaso de determinada forma, ponerle una cubierta al mismo e incluso el uso de kits para identificar alteraciones en la propia bebida (el popular NoSUM) ya eran medidas que habían sido adoptadas por el imaginario colectivo. Actuar de estas formas y no beber nunca de vaso ajeno ya eran el estándar, algo que hizo que, en mayor o menor medida, nadie estuviera exactamente preparado para la aparición de una nueva forma tan directa y efectiva de ser presa de las sustancias: el pinchazo.

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La cultura del miedo

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“Violarlas” y “abusar de ellas” son dos de las respuestas más comunes de los jóvenes entrevistados (Esteban Fuentes, 24; Julia Pérez, 22) cuando se les plantea la pregunta de cuál es el objetivo detrás de drogar a alguien, respuestas que siempre parecen estar la mayoría del tiempo enfocadas al género femenino. Esta generalización no viene sin fundamento, y se entiende que este sea el propósito de los agresores pues la mayoría de víctimas suelen ser principalmente mujeres. Dadas las dificultades que se presentan a la hora de recopilar información al respecto, ya que entre los síntomas registrados se menciona el no ser consciente de tu actos e incluso el perder el sentido de la realidad, tener cifras y datos precisos que den un poco de luz a la magnitud de estos fenómenos ha demostrado ser prácticamente imposible. Esto contribuye, sin embargo, a que estos sucesos se hayan labrado un aura de misticismo y misterio de cara a la concepción pública. 

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Que lo que se escuche por las calles y los testimonios de amigos y conocidos no se vean reflejados de ninguna forma oficial, o el ver una y otra vez en artículos y en redes intentos por desmentir que existan tales pinchazos y drogas en primer lugar, son algunos de los factores que están haciendo crecer la paranoia y el miedo en los jóvenes, algo de lo que muchos también se están aprovechando. Ante la misma pregunta a la cual muchos respondían con tentativas de violación y abusos sexuales, otros tantos argumentaban que las verdaderas intenciones detrás de los perpetradores no eran más que “Intentos por hacerse el gracioso, que puedan resultar en agresión sexual, pero muchas veces es solo por hacer la gracia y meterle miedo a la víctima”, tal y como argumenta uno de los jóvenes entrevistados (Jordi Manresa, 22). Y es que es un sentimiento compartido el de que, de cara al miedo y la incertidumbre, son muchos los que han encontrado una forma de entretenimiento retorcida ya no en el drogar y abusar de la gente, si no en hacerles creer que eso puede pasarles, o que les está pasando.

 

Sin ir más lejos, varias de los artículos anteriormente mencionados que intentan deshacerse de la noción de la existencia de las sustancias en los pinchazos (dadas las dificultades para encontrar sustancias cuando se hacen análisis a los afectados) se fundamenta en este principio, y es que es más peligrosa la jeringuilla que se utiliza para pinchar a varias personas en la misma noche para hacer “bromas” o “meter miedo”, ya que las implicaciones sanitarias que eso conlleva pueden resultar en todo un abanico de problemas médicos que van más allá de los síntomas de la droga. Además, el miedo hace a la gente más susceptible y los deja en un estado de alerta, algo que ha dado lugar a muchos falsos positivos y que solo contribuye a acrecentar ese mismo miedo, que ya parece imposible de erradicar.

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¿Qué opinan los expertos? Motivos y consecuencias

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“Es un fenómeno muy nuevo, [...] un tema que no se puede estudiar”, argumenta la psicóloga Èlia López, a quien el equipo de Risc News tuvo la suerte de poder entrevistar recientemente en uno de sus podcasts. “No hay rasgos que los identifiquen, no hay nada que te haga salir a la calle e identificar a alguien como un agresor sexual. Esa es la cosa que para mí tiene más peligro, [...] aunque tampoco podemos decir que todas las personas que hayan cometido estos delitos sean agresores sexuales, es posible que simplemente sea [por el]  miedo”, comenta en cuanto a patrones de este tipo de perpetradores se refiere. “No hay una manera genérica de catalogar esta serie de traumas, ya que hay muchos factores que influyen a la hora de que una persona pueda o no sufrirlos”, comenta acerca de los efectos a largo plazo de cara a ser víctima de un pinchazo. “Las personas cuyo trauma se desarrolla más allá de lo normal sufren de TEPT (Trastorno de estrés postraumático), que implica problemas de ansiedad, depresión, problemas de conducta, miedo a salir de casa… [...] Nadie sabe cómo va a llevarlo una víctima, hay gente con más y menos habilidades a la hora de lidiar con ello.”

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“[Creo] que la sociedad no está asumiendo bien esta problemática [...], nunca suele prevenir los problemas y se preocupa cuando las cosas pasan, vivimos en una cultura del miedo donde nos preocupa el ahora y no hay programas de prevención que eduquen o preparen a la gente sobre este tipo de cosas”, comenta en cuanto a la actitud de la sociedad de cara a estos sucesos. “[El humor sobre los pinchazos] puede existir mientras no haga daño a la víctima, aunque es difícil de controlar hoy en día teniendo en cuenta las redes sociales y a quién se dirigen [...]. No deberían hacerse bromas, ya que no ayudan al proceso de sanación [...], hay que tener un poquito de cuidado con eso”, opina respecto al humor en el que está envuelto el tema.

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“Ahora estamos viendo una cultura del miedo [...], la gente tiene miedo a muchas cosas y al final es normal que haya gente, o agresores, que quieran jugar con esta cultura del miedo y uno de sus objetivos es infundirlo, porque les gusta el sentimiento de sumisión y tener el mando, pero no sé si eso evoluciona en agresiones sexuales [...]. No creo que ese tipo de bromas ayuden a hacer que la gente se calme de cara al tema [...], y los medios de comunicación contribuyen a esta cultura del miedo”. En cuanto a los efectos del miedo en la gente y los falsos positivos, comenta lo siguiente, “Eso se llama somatización [...], nuestra cabeza puede sugestionarnos a puntos extremos [...] y a veces esos problemas (que una víctima crea que pueda estar sufriendo los efectos, aun no estar pasándole nada) puedes desarrollarlos [...]. Al final, el miedo juega un papel muy importante y genera ansiedad, y te puede hacer creer todo eso [...]. Hay gente a la que le pasa y continúa y gente a la que le pasa y desarrolla trastornos de ansiedad, y deja de salir porque cree que van a hacerle daño, así que el problema no está solo en los pinchazos”.

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¿Qué va a pasar con el ocio nocturno?

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No parece que ni la mala fama de los pinchazos ni el miedo que gira alrededor de ellos vaya a desaparecer del imaginario colectivo y del ambiente nocturno en mucho tiempo, y solo es cuestión de tiempo hasta que aparezca un mal mayor que alerte todavía más a la gente para que vuelvan a verse una montaña de noticias repitiendo la historia que ya conocemos. Iniciativas como el proyecto Risc News y los comentarios acerca de la prevención y educación sobre estos sucesos de Elia López podrían ser la clave de cara a que la gente pueda estar más documentada y, de cara a futuras amenazas, estar preparados para no caer en los mismos errores y poder plantar cara al motor del miedo, que parece ser aquél que causa más problemas a largo plazo.

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